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¿Dos mamás?, ¿para qué? – Por Dr. Jorge Scala*
*Jurista argentino, especialista en ideología de género.
Es bien sabido y experimentado, que el amor de madre tiene dos características fundamentales: a) es incondicional y b) siempre está presente. Toda madre digna de tal calificativo ama a su hijo, aunque fuera un monstruo físico o moral. Lo ama con todo su ser, simplemente porque es su hijo. Además las madres tienen siempre ese “sexto sentido” que les permite intuir cuando algún hijo está sufriendo, tiene una necesidad o espera unas palabras de cariño y aliento. Ese es el amor materno.
De modo complementario –y asimétrico-, el amor de padre tiene dos elementos esenciales: a) es un amor condicionado y b) procura que los hijos se superen a sí mismos, sacando lo mejor que hay en ellos. Todo padre que está presente en su hogar pone límites a los hijos, para ayudarlos a ser personas de bien. No busca consentirlos, sino ayudarlos a ser virtuosos. Para eso debe dar constantemente un buen ejemplo. No puede exigir si él no se ha exigido antes a sí mismo. Este es el amor paterno.
Luego de esta brevísima descripción de los amores materno y paterno, se comprende fácilmente, la función de cada uno de ellos -armónica e integrada al otro-, en la educación de los hijos. En efecto:
Todos necesitamos del amor incondicional de una madre. Antes de nacer esa necesidad es completa y absoluta. Después de nacido y en los primeros años, el amor incondicional es sumamente importante
para la felicidad de todo niño. Al llegar a la pubertad el amor que pone condiciones –con sus límites-, para sacar de los hijos lo mejor de sí, va creciendo en importancia; hasta hacerse muy necesario en la juventud.
No obstante lo dicho, es evidente que ambos amores son imprescindibles en todas las etapas de la vida de los hijos, hasta que lleguen a la madurez. El niño por pequeño que sea necesita que le pongan límites –incluso para no dañarse a sí mismo dada su natural curiosidad-. Y es también evidente que el joven ante un fracaso –sobre todo afectivo-, necesita también que lo amen pasando por alto sus propios fallos. Entonces, los amores paterno y materno son, a la vez, asimétricos –lo que puede uno es imposible para el otro- y complementarios –obrando juntos, uno de ellos prevalece de acuerdo a las necesidades de cada hijo en cada momento.
Esta realidad sintetizada de modo tan sencillo, explica lo absurdo de imaginar las uniones del mismo sexo, como un proyecto de matrimonio o de familia; o que la sociedad pueda fundarse en ellas. En estos días hay una fuerte polémica en el amado Ecuador: una pareja extranjera de lesbianas pretende inscribir en el Registro Civil, como de ambas al hijo que una de ellas tuvo, como consecuencia de una fecundación artificial.
Ese niño ya padece dos traumas graves: 1°) no ha sido un don fruto del amor de una mujer y un varón, sino un producto tecnológico por el cual se ha pagado un precio en dinero; 2°) se lo programó para que fuera huérfano de padre –donante anónimo de esperma-, a quien nunca podrá siquiera conocer.
Y ahora se pretende añadirle un tercer trauma: obligarle por ley a tener dos madres. ¿Quién quiere tener dos madres?, y ¿para qué tenerlas?: ¿una será de repuesto, por si la otra se enferma, viaja o se muere?... ¿No habrá llegado el momento que los tres poderes del Estado actúen como un buen padre, y pongan límites a la insensatez de alguno, sobre todo si está en juego la felicidad y el bien de los niños?


La Iglesia, la Homosexualidad, el Matrimonio y la Adopción - P. Paulino Toral
*Director de “La casa de la vida”, en Guayaquil, Ecuador
Si dos homosexuales se asocian, sus relaciones deben ser reguladas por las mismas leyes que rigen las asociaciones de otras personas, independientemente de que éstas sean homosexuales o heterosexuales. No hay razón y fundamento para que, por el solo hecho de tener tendencias homosexuales, ellos o ellas exijan tratamiento especial, y mucho menos tener derecho al matrimonio, sólo porque a ellos se les ocurre. Lo contrario no sería el fin de una discriminación, sino el comienzo de un privilegio; no el logro de la justicia, sino la consumación de una injusticia.
Me explico. Justicia - hablo como abogado que soy - no es dar a todos "lo mismo", sino dar a todos "lo suyo". "Lo suyo" de cada uno viene determinado por lo que cada uno "es": El Presidente tiene derecho a la banda presidencial, porque "es" el Presidente; esta mujer es embarazada, debemos tratarla como lo que ella "es": una embarazada, y hay que reconocerle "sus" derechos: los de embarazada. Por ello nos parece lógico que una embarazada se ponga firme en la oficina estatal de embarazadas y diga: "Yo, señor, lo que estoy pidiendo es, "mis" derechos". Y una mujer no embarazada, no debe sentirse discriminada, porque, sencillamente, no "es", no está embarazada; y si alguien se los da para que deje de gritar, comete una injusticia, porque le está dando algo que no es "suyo". ¿Está claro?
¿Sí? - Ok. Igual podemos decir del ingeniero ante el médico (¡sería terrible que a los ingenieros se les diera el derecho de operarnos a corazón abierto sólo porque así lo exigen); o del dúo de bailarines en un concurso de canto, respecto al dúo de cantantes en un concurso de canto. El juez del concurso de canto diría con toda razón al dúo de bailarines: - "Señores, retírense. Este no es un concurso de baile, sino de canto; ustedes "no son" un dúo de canto, sino de baile; vengan mañana al concurso de baile y podrán participar en nuestros concursos". Igualmente: un "dúo" homosexual (varó-varón; mujer-mujer) no tiene los derechos del "dúo" mujer-varón, cuando esto "es" un matrimonio. Les diríamos: esto no es para ustedes; ustedes busquen su lugar en el Derecho civil, común a todos los ciudadanos. Si el Estado les da los derechos de matrimonio - "matrimonio" es la pareja unida conyugalmente...; hasta un niño lo entiende, cuando dice: "papi, te busca un matrimonio" - a un dúo homosexual, comete una injusticia, como si el juez del concurso de canto admite a una pareja que baila. Aunque nuestros hermanos homosexuales no lo entiendan - son cosas un poco elevadas - para la sicología de un niño no es lo mismo ser huérfano biológico de padre ("no sé quién es mi papi, mi mami sí sabe, pero no me quiere decir, porque dice que es un amigo suyo que donó el semen, y no quiere que se sepa quién es...")
A una pareja de casados, a un matrimonio, le corresponden los derechos matrimoniales porque es un matrimonio; y tiene los derechos matrimoniales porque puede cumplir los deberes matrimoniales: procrear hijos y educarlos para la perpetuación de la especie humana. "El matrimonio incluye en su misma naturaleza fines de mantenimiento de la propia sociedad (me refiero, claro está, a la procreación de hijos) que la unión entre homosexuales no posee. No debemos dejar de considerar que una población formada exclusivamente por homosexuales estaría condenada a la extinción. El Derecho no puede otorgar el mismo grado de reconocimiento a las uniones que garantizan la propia subsistencia de la sociedad que a otras que la abocan a su consunción. Si se lo otorga, está incurriendo en una aberración jurídica".Y más, si detrás del derecho a casarse se esconde el derecho a adoptar los niños, que ellos naturalmente no pueden concebir. ¡Cómo me gustaría poder explicar esto a nuestros/as hermanos/as homosexuales! Ellos pueden ser reconocidos como socios; pero no como matrimonio...
Tendencias sexuales e identidad sexual y Adopción de menores
Por más que los psiquíatras americanos hayan sacado, violentados por los gay de Norteamérica, la homosexualidad de la lista de enfermedades psiquiátricas no determina que realmente la homosexualidad deje de ser una anomalía psíquica, un desarreglo, una patología (no digo que ellos sean locos o dementes; simplemente, sufren un hondo desorden en sus tendencias psico-afectivo-sexuales). Dentro de las tendencias sexuales, las hay naturales-normales y antinaturales-anormales: el fetichismo, la zoofilia, el sadismo, el masoquismo, la bestialidad, la paidofilia, la necrofilia, la homosexualidad... A alguien se le podría ocurrir sacar el VIH-sida de la lista de enfermedades sexuales porque la gente discrimina a los enfermos de sida; pero el sida seguirá siendo una enfermedad: los virus - que por no tener cerebro no tienen contacto con la ideología de género - seguirían demoliendo al enfermo. Lo que habrá que hacer, en todo caso, es tratar al enfermo de sida con cariño y respeto, y él deberá tomar las medidas necesarias para no contagiar a los demás; pero no dejar de ver el sida como una enfermedad. Si un día se unen los zoófilos - los que tienen tendencias sexuales hacia los animales - y dicen que ellos también son una minoría discriminada y sus tendencias son tan tendencias como las otras tendencias sexuales y piden, ellos también, "sus" derechos, incluido el matrimonio con su "pareja", ¿diríamos: "pobrecitos, qué mal hacen"? Las tendencias sexuales son muchas; las identidades sexuales son dos: varón y mujer, y sólo quienes tengan estas dos identidades, tienen derecho, si se dan las demás circunstancias, al matrimonio.
La adopción de menores por parte de gays es una injusticia y un desprecio a la dignidad de los niños, a quienes se les pone en manos de personas con hondos problemas psico-afectivos-sexuales. Por un lado u otro, el menor saldrá mal parado. La lesbiana, madre de un chico de 14 años, tratando de demostrar que su chico es normal, dice: "tiene 14 años y me ha salido bien mujeriego" ¡Pobre la mujer que se case con este chico!
Conclusión: si la ley concede derecho de adopción a los "matrimonios", homosexuales, se va, primero, contra la justicia, porque estaría dándoles lo que nos es "lo suyo": los derechos que la humanidad ha reconocido siempre y en todas partes a quienes generan los seres humanos que una Nación necesita para su supervivencia y proyección futura: el matrimonio. En segundo lugar, se estaría yendo contra la Ciencia médica de todos los tiempos (excepto la americana, después de los años 60s) que consideró la homosexualidad, por decir lo menos, una grave anomalía personal. Y, en tercer lugar (y es lo más importante e indiscutible), contra lo que Dios ha establecido, tanto a través de la Revelación Natural, como a través de la Revelación Positiva: lo dicho en la Santa Biblia.
Homosexualidad y personas homosexuales


La Iglesia no menosprecia o discrimina a los homosexualesy exhorta a los fieles a adoptar ante ellos la misma actitud de Jesús ante la mujer adúltera: distingue entre la adúltera y el adulterio. Tras salvarla de la lapidación, lejos de declarar bueno el adulterio, lo mira como pecado: "No peques más".
La Iglesia no hace discriminación alguna por razón de sus tendencias sexuales: a todos, hétero u homosexuales, les acoge maternalmente y les llama a vivir la castidad, poniendo los medios naturales y sobrenaturales. A todos, también a los homosexuales, la Iglesia llama a abrirse al amor de Dios y a todos les llama a luchar por su propia salvación eterna. Los homosexuales no son unos condenados en vida. Todo depende de la actitud que adopten ante sus inclinaciones. Así como el heterosexual debe luchar por dominar sus inclinaciones hacia el otro sexo (no porque me guste la esposa de mi amigo, me es lícito traicionar a mi amigo), el homosexual ha de luchar por dominar sus tendencias hacia personas del mismo sexo. Ni al heterosexual le está permitido faltar a la virtud de la pureza, so pretexto de que sus inclinaciones son naturales; ni al homosexual le es lícito someterse a sus inclinaciones antinaturales, alegando que sus tendencias son normales.
Tendencias, inclinaciones y actos
La Iglesia distingue entre tendencias homosexuales; actos homosexuales y cultura homosexual. Las tendencias homosexuales, aunque son, científicamente anomalías psíquicas, no son pecado mientras simplemente se las sienta y no se las consienta. Sentir no es pecado, consentir sí. Los actos homosexuales son siempre pecado grave: “Según el orden moral objetivo, en las Sagradas Escrituras los actos homosexuales están condenados como graves depravaciones. Son intrínsecamente desordenados y no puede recibir aprobación en ningún caso”.


La cultura homosexual es rechazable desde todo punto de vista, porque intenta el reconocimiento público de la homosexualidad como una manera más de vivir la sexualidad... La cultura gay no sólo pretende la justificación, sino la exaltación de la homosexualidad, hasta tal punto que quienes no la acepten son tenidos como enfermos de una "fobia", la “homofobia”, de una alteración mental que debería ser curada y tratada médicamente. La cultura gay, usando como siempre la manipulación, pretende “educar” a los niños en la connaturalización con la vida homosexual a través del juego...y de los programas oficiales de educación, elaborados bajo el imperio de la "perspectiva de la equiparación de género"; que todo el mundo piensa que simplemente se trata de equiparar al varón con la mujer en lo que es "justo y necesario", y no capta que es simplemente un certero golpe de corrupción de los niños por parte de la ideología de género y las minorías activistas nacionales e internacionales.


La necesidad de estar informados y formados
Hemos de reconquistar en la convicción de que hay una Ley Natural y que su existencia no es una afirmación exclusiva de la Iglesia Católica. Aristóteles 384-322 aC dijo: “La justicia se encuentra en la ley natural y la ley positiva. La natural es inmutable y aplicable en todas partes; la positiva varía con el tiempo y la cultura”. Y Cicerón + 46 aC “La República”: “Existe una ley verdadera, de acuerdo con la naturaleza, conocida por todos, constante y eterna. A esta ley no es lícito agregarle ni derogarle nada. No podemos disolverla por medio del Senado o del pueblo. No existe una ley en Roma y otra en Atenas, una ahora y otra en el porvenir; sino una misma ley, eterna e inmutable, sujeta a toda la humanidad en todo tiempo”.
Los cristianos no podemos caer en la trampa de no querer ser distintos y de no ir contracorriente. Mucho cuidado: Un pueblo de Dios "ignorante" es un Pueblo de Dios "opinante" (yo opino, a mi me parece, yo creo que), y por ello, es un Pueblo de Dios "vacilante": temeroso de ser tachado de fundamentalista, tradicionalista, dogmático.
Los cristianos distinguimos entre el pecado y el pecador; entre el error y el que yerra. Amamos al pecador y al que yerra, pero rechazamos el pecado y el error. La Iglesia no combate al homosexual, sino la homosexualidad. Hemos de tener cuidado de no caer en la falsa compasión, que lleva a confundir la homosexualidad con el homosexual, y a aceptar la homosexualidad por sentir pena del homosexual. Pésimo amor al enfermo sería el amor que comenzara negando la enfermedad. Si Dios nos hubiese amado de este modo, no habría venido a salvarnos. El pecado no es obstáculo para el amor, sino la gran oportunidad a través de la cual Dios nos mostró Su amor: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros”.

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