¿AMOR VS. PLACER?
Por Ernesto Ribadeneira Troya
¿Se oponen amor y placer?. Depende del “cristal con que se mire. Veamos. Si el placer se convierte en el “valor por excelencia”, lo cual ocurre cuando el individuo se enfoca en “maximizarlo”, es decir obtener la mayor cantidad de placer posible, en múltiples formas (ej. Comida, bebida, sexo, ¿drogas?... etc.), entonces si, por supuesto, este enfoque implica un comportamiento diametralmente contrario a la vivencia del Amor. El Amor, en esencia, para que pueda ser considerado como tal, indefectiblemente tiene que estar enfocado en un tú, un ente externo al sujeto que ama. Por ello, conviene decir, en este punto, que estamos hablando del tipo de Amor que, en nuestra perspectiva, denominamos “verdadero Amor”, ese que lo entrega todo por el bien del ser amado. Esto, para diferenciar de ese otro tipo de amor que solamente practica la parte “placentera”, entretenida, del amor, pero que no bien enfrenta cualquier dificultad, se tambalea; ese que no bien aparecen los componentes de exigencia (aceptar los errores y defectos del tú; enfrentar diversos tipos de dificultad: enfermedades, calamidades, dificultades) que inevitablemente aparecen en toda relación entre seres humanos, simplemente busca la manera de “escabullirse”, con cualquier pretexto: “Murió el amor”… “Ya no lo(la)soporto”… “Como ha cambiado”… “ya no es lo mismo” etc.. En este contexto, cuando el “placer” es el valor supremo, no hay por donde perderse, este se opone frontalmente al Amor, amor verdadero. Visto de otro ángulo, el individuo que se enfoca exclusivamente en la búsqueda del placer, esto es la autosatisfacción, en múltiples formas, es un individuo “egoísta”, que solo piensa en si mismo, en su propio bienestar. Egoísmo, según el diccionario español, significa excesivo aprecio por uno mismo, que le hace atender desmedidamente su propio interés, sin preocuparse del de los demás.
Conviene, antes de seguir adelante, relacionar este asunto con el libro de Mario Vargas Llosa “La Civilización del espectáculo”, en la que el reconocido escritor plantea que “el entretenimiento” se ha convertido en el valor supremo del mundo de hoy. En nuestra perspectiva, esta hipótesis, mediante una simplísima asociación de ideas –entretenimiento / placer- podemos afinarla diciendo que vivimos “la civilización del placer”. Conviene también decir que esta perspectiva sobre la vida, penosamente predominante hoy en día, según plantea Vargas Llosa (con la cual el autor de esta nota concuerda plenamente) determina que los individuos que viven de esta manera, se han convertido en esclavos del entretenimiento / placer. Puede sonar exagerado plantearlo así, pero si nos basamos en la definición del diccionario español –completamente sometido a un deber, pasión, afecto, vicio, del que es incapaz de independizarse- concordaremos en que la definición de esclavo, aplica perfectamente. Y, esclavo, hay que ser claros, es un individuo que ha perdido su libertad. Por supuesto que esta realidad puede abarcar una amplia gama de posibilidades, desde ser “un poquito esclavo” –ejemplo: quien no logra liberarse de su dependencia en el cigarrillo, o en la masturbación- hasta adicciones de diversa índole que provocan profundos desórdenes emocionales. Aprovechemos este punto para ilustrar el contrasentido que esto puede acarrear en el ámbito del “amor”. Imaginemos un “amante” de esos que asoman con frecuencia en las novelas latinoamericanas, que practica el “amor” con una intensidad que podría despertar la envidia de tantos que aprecian esa forma de vida. Mucho se podría decir al respecto, pero simplemente llevemos este asunto a un caso extremo para ilustrar el punto: el envidiado “amante” “crece” en su forma de vida al punto de convertirse en un “adicto a las mujeres, o al sexo”. Para satisfacer su adicción es capaz de lo que sea, corrupción incluida, en muy diversas formas. Cabe en este punto la pregunta: ¿Hace sentido que este supuesto ejercicio del amor llevado al extremo, provoque desórdenes de todo tipo –que pueden afectar al ámbito emocional, incluida la identidad sexual- tanto en el “amante”, actor de este ejemplo, como posiblemente en las mujeres que son objeto / víctimas de este exitoso “amador”, como en diversos ambientes en los cuales el actor realiza todo tipo de acciones –corrupción incluida- en el afán de sostener su forma de vida?. Dicho de otra manera, ¿Hace sentido que la práctica del amor traiga como consecuencia daño, desorden, no solo para el que supuestamente “ama”, sino para su entorno, en diversos ámbitos?.
Y ahora, veamos este asunto desde la óptica del “Verdadero Amor”. Primero, tomemos una de las definiciones de amor del diccionario de la Real Academia Española: sentimiento de afecto, inclinación, entrega a alguien o algo. Segundo, Remitámonos a la “Exaltación del Amor” que aparece en esta misma sección de la presente edición de , y extraigamos un fragmento que describe magníficamente sus características: El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,
no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido,
no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás. Imaginemos ahora a un individuo que practica este tipo de Amor. Primero, hay que contrastar la gran diferencia con el “amor / placer” arriba descrito; segundo, si nos regimos por la presentación “te deseo” de Victor Hugo, que aparece en la sección 8 de nuestra edición de Noviembre, concluiremos que, desde la perspectiva de la “realización” de la persona, de su “creSimiento” como ser humano, no hay por donde perderse. Para no alargar más este artículo, recomendamos también al lector la lectura de la presentación “Cada uno de nosotros es un grano de trigo”, en la sección 3 – VENCERME A MI MISMO, en la cual se puede apreciar que, en resumen, “no hay vida sin muerte, es decir sin doblegarme a mi mismo”. Entonces, quien solo busca la “vida” (el entretenimiento / placer) está gravemente expuesto a “morir” de verdad, mientras que quien está dispuesto a “morir” (venciéndose), está caminando, “creciendo” hacia su plenitud de vida.
Y, para redondear, una “yapa”*: visto desde la perspectiva del placer, cabe la pregunta: ¿Para quién resultará más placentero un encuentro de amor, que puede darse con una mirada, un gesto, una palabra, una sonrisa: para quien vive en permanente búsqueda de placer, y que por ende, cada día necesita más para encontrar plena satisfacción, que –cabe destacar- no solo no llega sino que cada vez está más distante; o para quien vive el “Verdadero Amor” mediante la entrega permanente, sacrificios de diversa índole incluidos?. Como respuesta a este interrogante, simplemente le dejamos al lector con la idea de que quienes viven el “Verdadero Amor”, tienen las de ganar inclusive en el ámbito del “placer”. Y, por último, desde la perspectiva aquí planteada, que es la de , y de nuevo relacionando con “La Civilización del espectáculo”, de Vargas Llosa, que, entre otras cosas, destila escepticismo respecto al panorama futuro de Occidente; proponemos que “¡SI HAY ESPERANZA!, y no solo que la hay, sino que, en la medida que logremos que prevalezca “El Amor”, no solo que superaremos el proceso de decadencia que vive Occidente (entregado a la civilización del espectáculo / entretenimiento / placer), sino que alcanzaremos tiempos… no mejores, ni mucho mejores, sino… ¡inimaginablemente mejores!, para nosotros mismos, y para las generaciones futuras. Ese es el ámbito de acción en el que se mueve
A la luz de lo expresado en este artículo, conviene dejar planteado un interrogante / desafío para nuestro visitante: ¿Cuál es mi ubicación en la gama que va desde el “Amor” hasta el “placer”?. Y, sobre todo: ¿Hacia dónde voy avanzando, hacia el Amor, o hacia el placer?. Desde la perspectiva planteada en el párrafo anterior: ¿Estoy contribuyendo para que la sociedad –mi entorno inmediato, mi comunidad, mi país- evolucione hacia tiempos mejores?, o, por el contrario, ¿Estoy permitiendo que continúe el proceso de decadencia que está afectando a la sociedad en múltiples aspectos?. Y, por si alguien duda que esta decadencia está en franco proceso, de nuevo, le invitamos a leer “La Civilización del espectáculo”, de Mario Vargas Llosa.
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*Extra, adicional. De origen quechua
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