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UN SANTO CON SENTIDO DEL HUMOR

(Enviadas por el P. Benjamín Crespo)
Los sastres y las "espinas" del pontificado
Cuando lo eligieron Papa, de las tres tallas que preparan los sastres para los hábitos pontificios, solamente era posible ponerse la mayor, y aún así tuvieron que descoserle la sotana blanca, y, con urgencia, en la llamada "sala de las lágrimas", antes de salir al balcón principal de San Pedro del Vaticano, ponerle unos alfileres para hilvanársela. No tardó en bromear el nuevo Papa, al pincharse varias veces, "Esto son ya las primeras espinas de mi pontificado" y añadió "Todos me quieren bien, menos los sastres", mientras se encaminaba al anuncio del "Habemus Papam".
Sobre su poca fotogenia:
- Recibió en audiencia papal a monseñor Sheen, un obispo muy conocido en Estados Unidos porque predicaba en televisión. Al saludarle, Juan XXIII le manifestó con toda sencillez: "Mire, Dios nuestro Señor supo ya muy bien desde hace setenta y siete años que yo había de ser Papa. ¿No pudo haberme hecho más fotogénico?"
Y la repitió con el fotógrafo vaticano
Conocido por su buen carácter, las anécdotas de su vida se suceden. Una vez, cuando tuvo que posar para una fotografía oficial, el papa se encontraba incómodo. Un momento dado le dijo a uno de sus acompañantes "Dios sabía hace 77 años que algún día yo sería papa. ¡Ya podría haberme hecho algo más fotogénico!".
Su incomodidad ante la perspectiva de ser retratado se reflejó en otra ocasión, en 1959, se encargó un retrato suyo. Estar sentado y quieto con la misma expresión no era una de las virtudes del papa, que al final del primer día de posado exclamó "¡Ahora entiendo qué sentían los santos cuando les quemaban en la hoguera!".
Su sentido del humor eran de sobra conocidos y, a diferencia de sus antecesores, le gustaba ser cercano y bromear con la gente a la que conocía. Hijo de campesinos, a menudo bromeaba con sus orígenes. Solía decir "hay tres maneras de perder el dinero en la vida: mujeres, apuestas y la agricultura. Mi padre eligió la más aburrida de las tres".

La naturalidad del Papa Juan XXIII se enmarcaba en su trato con todo el mundo. Muy similar al papa actual, solía acercarse a la gente y, en una ocasión, se acercó de improviso a una de las carpinterías del Vaticano. Al ver a los trabajadores en su dura labor, mandó pedir vino y les propuso un brindis.
En una ocasión le dijo a uno de los trabajadores "Veo que perteneces al mismo partido que yo", a lo que el carpintero, sorprendido, le contestó "Pero Padre, no pertenezco a ningún partido". "Sí", le contestó el Papa, "te haces miembro automáticamente: es el partido del hombre gordo".
Las salidas del Papa propiciaron algunas críticas, lo cual hizo que comentara"Dicen que salgo demasiado de día. Muy bien, pues entonces saldré más de noche". Y preguntado una vez por cuánta gente trabajaba en el Vaticano, no dudó en decir "sólo la mitad".
Durante su época como nuncio, Roncalli dijo una vez: "Sabéis, es difícil ser un nuncio papal. Me invitan a todas las fiestas diplomáticas donde la gente está de pie, con un plato de canapés intentanto no parecer aburridos. Entonces, entra una mujer voluptuosa con un escote y todo el mundo se da la vuelta. Y me miran a mí".
La señora del escote

(Diferentes versiones de esta anécdota)
En un banquete (dicen que en El Elíseo) al entonces nuncio del Vaticano en Francia, Roncalli, le tocó sentarse junto a una señora muy elegante y con un gran escote en el vestido. Todos miraban de reojo al nuncio para ver cómo se las apañaría, esperando tarde o temprano su reacción. Unos dicen que fue cuando sirvieron el segundo plato, otros que cuando terminó el banquete y le preguntaron cómo se había sentido, exclamó: "No entiendo por qué todos los convidados me miran/miraban a mí, un pobre y viejo pecador, mientras que mi vecina es/era mucho más joven y atrayente...".

Del tiempo en el que el beato Juan XXIII era Nuncio Apostólico en Francia, conservo una graciosa anécdota de una Recepción Diplomática en el Eliseo. Con el mismo buen humor reaccionó en dicha recepción. Se le acercó una señora distinguida y elegante pero con un vestido demasiado ligero y escotado.
El entonces Cardenal Roncalli tomó una manzana de un frutero y la ofreció a la señora. Esta sorprendida y extrañada le preguntó la razón de esa oferta. El futuro Papa respondió:
-La Biblia nos cuenta que nuestra madre Eva no se dio cuenta de que estaba desnuda hasta después de comer la manzana.
La espontaneidad del pontífice se reflejaba también en sus decisiones. En enero de 1959, declaró su intención de celebrar el Segundo Concilio del Vaticano a un grupo de cardenales. Estos, sorprendidos ante el poco tiempo que tendrían para celebrarlo, le dijeron "¡No podemos celebrar un concilio ecuménico en 1963!". "Vale, entonces lo celebraremos en 1962", respondió el pontífice. Y, en efecto, se celebró en 1962.
Una de las características del papa fue su cercanía con el hombre común. Un hombre que no se acostumbraba a su posición. Según cuentan, durante sus primeros días como papa, solía despertarse durante la noche con un problema en mente. Entonces, se decía a si mismo "Lo hablaré con el papa", pensando que seguía siendo cardenal. Hasta que se daba cuenta: "¡Pero si soy yo el Papa! Muy bien, entonces lo hablaré con Dios".
Una sencillez que se reflejó en otra ocasión, cuando un niño le dijo que de mayor quería ser o policía o Papa. Juan XXIII le dijo "Si yo fuera tú, me metería a policía. Pueden nombrar Papa a cualquiera, ¡mirame a mí!".
El que fue su mayordomo, Guido Gusso, también recordaba alguna anécdota, especialmente una vez lo absolvió de una excomunión.
"Yo estaba en el Cónclave asistiendo al Papa Roncalli, lo acababan de elegir, pero decidieron alargar el Cónclave para comunicarlo al mundo al día siguiente. Después de la cena me mandó ir a recoger unas cartas a su apartamento. Tenía que atravesar parte del Vaticano, pero me encontré con unos gendarmes que me bloquearon la entrada". Necesitaba el permiso del Cardenal Tisserant -entonces Decano del Colegio Cardenalicio-. Me dirigí al Cardenal Tisserant, era un hombre francés con mucha personalidad, y me respondió enfadadísimo: "¡Usted sale del Cónclave y queda excomulgado!".

El mayordomo volvió al Cónclave y se lo contó todo al Papa Juan, que respondió: "¡Pues entonces sal y le dices al Cardenal Tisserant que si él te excomulga, luego el Papa te quita la excomunión!".
El sueño y la conferencia:
Dando una conferencia en Grecia, durante su etapa de sacerdote en la I Guerra Mundial, un grupo de religiosas le escuchaba, pero agotadas por el trabajo de enfermeras, se fueron quedando dormidas. Roncalli se dio cuenta y continuó hablando, con voz cada vez más baja, más lentamente, hasta que se durmió la última.

Un Papa y un párroco universal con sentido del humor:
Saludado por un obispo polaco con la frase"Alabado sea Jesucristo". El Papa le hizo volver para decirle: "En Bérgamo, nuestro pueblo, que es listo y piadoso, al saludo Alabado sea Jesucristo, se responde diciendo: "Sea por siempre alabado, señor cura, y el diablo sea ahorcado".
Ante el posible cierre al turismo de la cúpula de la Basílica de San Pedro:
Siguiendo la costumbre que tenía, siendo Obispo de Venecia, solía pasear por los jardines vaticanos. Ante la propuesta de los funcionarios del Vaticano de que sería conveniente cerrar la cúpula a los turistas para que no vieran los paseos del Papa, ésterespondió con mucha tranquilidad, preguntando a su vez: "¿Y por qué hay que hacer algo? ¿Por qué hay que cerrar la cúpula?" Aquellos hombres le contestaron: "Santidad, es que todos os verán..." Ante esta respuesta, Juan XXIII pensó un poco y les dijo: "No se preocupen. Les prometo a ustedes que no haré nada que pueda escandalizarlos".

Sobre su sobrepeso:

El ojo de una aguja:
El entonces arzobispo Roncalli llamaba la atención por su sobrepeso, tanto, que visitando un monasterio de Grecia, siendo encargado del Vaticano en aquel país, antes de la II Guerra Mundial, cuentan que oyó a dos monjes bromear entre ellos: ¿Cómo será posible que este prelado romano tan gordo entre en el Cielo, dado que la puerta es tan estrecha como el ojo de una aguja?". Roncalli se volvió y les replicó: "El buen Dios que ha dejado que mi panza aumentara se cuidará de hacerla pasar por el ojo..."

La silla gestatoria:
Cada vez que se subía a la silla gestatoria  lo hacía a regañadientes, y murmuraba su desencanto por el esfuerzo que tenían que hacer los que la portaban. La primera vez que subió a ella preguntó con una sonrisa a quienes iban a cargar con él: "¿No se hundirá esto con tanto peso?"

"¡Qué gordo es!":
En una de sus primeras audiencias públicas como Papa, al pasar por el corredor central de la basílica de San Pedro, oyó a una joven religiosa decir: "¡Madre mía..., qué gordo es!". Sin descomponerse mínimamente, Juan XXIII se volvió y le dijo: "Hermana, el cónclave no era un desfile de modelos...".

Su humanidad en la audiencia a la hija y al yerno de Krushev.
En un mundo bajo la amenaza de la guerra nuclear (muy al borde de ella en la Crisis de los Misiles), en plena guerra fría, al Papa le preocupaba el diálogo entre las naciones (lo que le valió críticas). Recibió en audiencia privada al yerno del Primer Ministro soviético Nikita Krushev, director del diario "Pravda", Aleksei Adzhubei y su esposa Rada, hija del "premier" de la URSS.

Los recibió su biblioteca. Luego de conversar, entre otras cosas, sobre los Santos de Rusia y de su maravillosa liturgia, Juan XXIII tomó un rosario y se lo entregó a Rada. "Señora, mis allegados me dicen que a una princesa no católica debía ofrecerle algunas monedas o sellos; pero yo le doy un rosario ya que nosotros, los sacerdotes, además del rezo bíblico de los salmos, tenemos esta forma popular de oración. Para mí, el Papa, los quince misterios son quince ventanas, a través de las cuales contemplo, a la luz del Señor, los acontecimientos del mundo. Rezo uno en la mañana, otro a principios de la tarde, otro en la noche... a la gente le gusta escuchar cuando digo que, en el tercer misterio gozoso - el del nacimiento de Jesús - ruego por todos los que nacen durante el día, y que, católicos o no, reciben al llegar a este mundo las bendiciones del Papa. Cuando rece el tercer misterio, pediré también por sus hijos, señora."

La señora Adjoubei, con el rosario en las manos, respondió: "Gracias, Santo Padre:" ¡Le estoy muy agradecida! Se lo diré a mis hijos." El Papa la observó sonriente: "Conozco el nombre de sus hijos..." el tercero se llama Iván, Juan como yo... El nombre de mi padre, del patrón de mi pueblo, del seminario en que me eduqué, de la catedral de la que soy obispo: San Juan de Letrán. ¡Qué bonito es el nombre de Iván! Cuando vuelva a su casa espero que los otros no lo tomen a mal, déle un abrazo a Iván"

Del beato Juan XXIII recuerdo que cuando él estaba impaciente en que se acelerasen los trámites burocráticos del Concilio Vaticano II, alguien le hizo una pregunta inoportuna:
-¿Trabajan muchos en las oficinas de la Curia?
- ¡Más o menos, la mitad! - dicen que fue la simpática respuesta del Papa a la impertinencia del preguntador.

Leer más: Juan XXIII, el papa más bromista  http://www.teinteresa.es/religion/Juan-XXIII-papa-bromista_0_1126688744.html#WaQ1y3YXSbmnyE1B

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