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Año de la fe

Año de la fe: "Mostrar la fuerza y la belleza de la fe cristiana"

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" ¡Éste es el momento de la fe, de la oración, del diálogo con Dios, para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a la Palabra de Cristo que pase por nosotros con toda su fuerza… !"

(Juan Pablo II, Novo Millenio Ineunte)

Presentación

La constante preocupación por el estado de la fe en la humanidad no es nueva para la Iglesia; al contrario, podríamos decir que conforma el núcleo de sus más caros desvelos apostólicos y el motivo siempre renovado de su esperanza. Según feliz decir del Beato Juan Pablo II, la Iglesia "guarda el depósito de la fe como misión que el mismo Señor le confirió (…) para mostrar la fuerza y la belleza de su doctrina y así resplandezca la verdad evangélica , llevando a todos los hombres a aceptar el amor de Cristo"(1)

(1) Juan Pablo II. Constitución Apostólica Fidei Depositum (3.4), emitida para la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.

Sin embargo, en las actuales condiciones de "desplazamiento" que sufre la fe en el ámbito de las realidades humanas, como resultado de la experiencia del pluralismo de las conciencias y la vertiginosa transformación económica, tecnológica y cultural sobrevenida con la globalización, esa preocupación que nos transmite el Magisterio Petrino en muchos de sus escritos e intervenciones, es aún mayor. Bastaría señalar la reciente Carta Apostólica Porta Fidei con la que Su Santidad el Papa Emérito Benedicto XVI convocara el "Año de la fe" en la que se nos expone –como lo hacen otras numerosas intervenciones papales- esa recurrente inquietud que la Iglesia ha sabido expresar acerca del sentido y dirección de la cultura, sobre todo en cuanto al deterioro de sus valores fundamentales como signo más visible de la "descristianización" del mundo: "Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural cristiano ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores por ella impresos, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad" (2) En otras de sus Cartas , el Papa abordaba más ampliamente el hecho: Este cambio al interno del clima cultural global en el que la fe cristiana va disminuyendo su dimensión pública, a la par que personalmente significativa, "… se ha ido manifestando progresivamente en sociedades y culturas que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio. Las transformaciones sociales en las últimas décadas, tienen causas complejas que han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo. Pensemos en los gigantescos avances de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos cambios de la economía, en el proceso de mezcla de etnias y culturas causado por fenómenos migratorios de grandes masas humanas y en la creciente interdependencia de pueblos y regiones. Todo esto ha tenido también consecuencias para la dimensión religiosa de la vida humana. Y si, por un lado, la humanidad ha conocido beneficios innegables de estas transformaciones (…) por otro, se ha verificado una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha llegado a poner en tela de juicio, fundamentos que parecían indiscutibles como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo como único salvador y la comprensión de las experiencias fundamentales del hombre como el sentido de la vida, el dolor, o la muerte"

El Papa concluye diciendo en la Ubicumque et Semper: "… aunque algunos hayan acogido estos hechos como una liberación, muy pronto nos hemos dado cuenta del desierto interior que nace en el hombre. Al querer ser el único artífice de su

(2) Ya en 1978, la Revista Concilio dedicó un número completo a analizar este, para el entonces, incipiente fenómeno de "desplazamiento" de la fe desde el centro a los márgenes de la cultura occidental. (3) Benedicto XVI. Carta Apostólica mothu propio Porta fidei. Con propósito de convocar el Año de la Fe. San Pedro, Roma, 11 de octubre de 2011. (4) Benedicto XVI. Carta Apostólica mothu propio Ubicumque et Semper. En la constitución del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización. San Pedro, Roma, 21 de setiembre de 2010.

naturaleza y su destino, se ve privado de lo que constituye el fundamento de todas las cosas".

Al Papa Emérito le duele además que un gran número de cristianos –también entre los que se consideran católicos- "se preocupen mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso. Al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida diaria. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado" lo cual incluye a innumerables creyentes en esa "profunda crisis de fe que afecta a muchas personas" (5)

"Crisis de fe", "pérdida de sentido religioso", "descristianización de la sociedad", "vacío", "desertificación espiritual…" descripciones que Benedicto XVI hace, no sin dolor, del estado o situación actual que atraviesa la fe. Ningún cristiano y ningún hombre de buena voluntad que reconozca sinceramente la gravedad de estas afirmaciones, puede quedar impávido ante ellas, no sólo por proceder de quien fuese Vicario de Cristo, sino porque contienen, a más de un profundo llamado de atención sobre los principales problemas de nuestra época, valiosos elementos de juicio para vislumbrar el gran cauce de redención que precisamente la fe ofrece en esta oscura hora por la que atraviesa la humanidad… Hora, aunque poblada de sombras, no deja de sembrar por igual, insistentes esperanzas en quien cree con fundamento y con amor. De ahí que ese necesario esfuerzo al cual debemos plegarnos bajo la tutela de la Iglesia, por comprender en qué consiste esta "crisis de fe", no debe realizarse sino en espíritu orante y afán de comunión, transidos de la esperanza que Cristo mismo no deja de encender y animar como impulso íntimo, en estos tiempos cruciales para el futuro de la Iglesia.

Es por ello que el Departamento de Misiones Universitarias-Centro Regional Quito de la UTPL, ha preparado este material de trabajo que presentamos, con el afán de aportar un pequeño grano de arena al reto que nos invita la Iglesia de profundizar y renovar la fe. Que Dios y la Iglesia sean servidos en ello.

Juan Carlos Ribadeneira m. Id Encargado de Cultura y Misión UTPL-Centro Regional Quito

Año de la fe:

(5) Porta Fidei, 2

Documento de trabajo "Mostrar la fuerza y la belleza de la fe cristiana"

(Juan Pablo II, Fidei Depositum)

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" ¡Éste es el momento de la fe, de la oración, del diálogo con Dios, para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a la Palabra de Cristo que pase por nosotros con toda su fuerza… ¡"

(Juan Pablo II, Novo Millenio Ineunte)

Año de la fe:

Primer encuentro

Texto principal, Porta Fidei: La Fe, Fuente de Vida en Plenitud

1. "¡La puerta de la fe" (cf. Hch 14; 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Este empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad - Padre, Hijo y Espíritu Santo- equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación: Jesucristo que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo: el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor."

Ideas claves:

• La fe, nos introduce en la vida de comunión con Dios:

"El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar" (Catecismo, 27)

• Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma:

"El cristiano realiza su vocación en la Iglesia, en comunión con todos los bautizados. De la Iglesia recibe la Palabra de Dios" (…) "Las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe, esa revelación" (35) "La santa Iglesia, nuestra madre, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón" (Catecismo, 36) "Sin embargo, en las condiciones históricas en que se encuentra el hombre, experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con la sola luz de la razón" (…) "Porque las verdades que se refieren a Dios y a los hombres, sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles" (Catecismo, 37)

• Con el bautismo podemos llamar a Dios con el nombre de Padre:

"El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos" (Catecismo, 1213) "El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo único. Puede ya decir la oración de los hijos de Dios: el Padre Nuestro" (Catecismo, 2769).

• Se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna fruto de la resurrección del Señor Jesús:

"La inmersión en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El (Rm 6; 3-4. Col 2; 12) como nueva criatura (2 Co 5; 17. Ga6; 15)" (Catecismo, 1214)

• Profesar la fe en la Trinidad - Padre, Hijo y Espíritu Santo- equivale a creer en un solo Dios que es Amor:

"El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe. Es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe". (Catecismo, 234) "Dios es Amor (1 Jn 4; 8. 16); el ser mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo (1 Co2; 7-16. Ef 3; 9-12) El mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en El" (Catecismo, 221)

Puntos complementarios para meditar:

*El ser humano es naturaleza y gracia. Una naturaleza encerrada en sí misma que no acoja la gracia que se le otorga y que no viva la experiencia de apertura al infinito para la cual está hecha e íntimamente capacitada, "claudica con suma facilidad ante cualquier referencia de carácter trascendente. Esta propensión involutiva, envolvente, egocéntrica, frustra el deseo original de Dios en ella y resta al ser humano de nuestro tiempo valentía, generosidad, sinceridad íntima y aquella sencillez necesaria que nos capacita para reconocernos necesitados de Dios"(6).

*La fe es el ámbito de dominio de la gracia divina, que abre nuestra humana naturaleza y la eleva místicamente hacia la conciencia filial del Hijo Único, no sin la doliente exigencia de la purificación, para que comparta los atributos y dones de la Vida Divina y se entregue al camino de santidad hacia el que el amor conduce y cuya fuente y modelo es la misericordia de Cristo.

*La vida de comunión y su maternal enseñanza; el hogar del Reino ya anticipado en la Liturgia y los Sacramentos que dispensa; la comunión universal en el Espíritu a la que constantemente nos invita; el fuego atesorado de la Palabra, la tradición apostólica y el magisterio de sus Pastores… Pero sobre todo, la presencia y donación viva de Cristo Pascual que se hace alimento cotidiano en la Eucaristía, hacen de la Iglesia en su conjunto, Casa de la Fe, Luz de la Esperanza y Pasión de la Caridad.

(6) LÓPEZ SEVILLANO, José María. En (Prólogo) Cristo hoy. El criterio de credibilidad y el don de la fe. Fernando Rielo Pardal. Colección de Apologética Forense. Fundación Fernando Rielo, Madrid, 2010.

Actividades:

• Reúna a su familia, sus amigos, sus vecinos.
• Lean detenidamente el texto extraído de la Porta Fidei y compartan criterios.
• Mediten en los puntos complementarios.
• Al final de la sesión, comparta con los demás todas las inquietudes que surgen a partir de este ejercicio de trabajo grupal y llegue a compromisos concretos que enriquezcan su fe.
• Concluya con un momento de peticiones y oración


Segundo encuentro

Texto principal, Porta Fidei:
La Fe, Fuente de Vida en Plenitud

2. "Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la Santa Misa de inicio de mi Pontificado decía: "La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, y la vida en plenitud". Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo aparece como tal sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado es posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas."

Ideas claves:

• La exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo:

La constante preocupación por el estado de la fe en la humanidad no es nueva para la Iglesia; al contrario, es el núcleo de sus más caros desvelos apostólicos y el motivo siempre renovado de su esperanza. Según feliz decir del Beato Juan Pablo II, la Iglesia "guarda el depósito de la fe como misión que el mismo Señor le confirió (…) para mostrar la fuerza y la belleza de su doctrina y así resplandezca la verdad evangélica, llevando a todos los hombres a aceptar el amor de Cristo" (7)

(7) Juan Pablo II. Constitución Apostólica Fidei Depositum (3.4), emitida para la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.

• Como Cristo, ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida en plenitud:

En otras de sus Cartas (8), el Papa explicaba más ampliamente el hecho: Este cambio al interno del clima cultural global en el que la fe cristiana va dejando de ser una presencia con dimensiones públicas a la par que personalmente significativas, "… se ha ido manifestando progresivamente en sociedades y culturas que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio. Las transformaciones sociales en las últimas décadas, tienen causas complejas que han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo. Pensemos en los gigantescos avances de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos cambios de la economía, en el proceso de mezcla de etnias y culturas, causado por fenómenos migratorios de grandes masas humanas y en la creciente interdependencia de pueblos y regiones. Todo esto ha tenido también consecuencias para la dimensión religiosa de la vida humana. Y si, por un lado, la humanidad ha conocido beneficios innegables de estas transformaciones (…) por otro, se ha verificado una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha llegado a poner en tela de juicio, fundamentos que parecían indiscutibles como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo como único salvador y la comprensión de las experiencias fundamentales del hombre como el sentido de la vida, el dolor, o la muerte" El Papa concluye diciendo en la Ubicumque et Semper: "… aunque algunos hayan acogido estos hechos como una liberación, muy pronto nos hemos dado cuenta del desierto interior que nace en el hombre. Al querer ser el único artífice de su naturaleza y su destino, se ve privado de lo que constituye el fundamento de todas las cosas" .

• Una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas:

En un pasado discurso, Benedicto XVI, ha confirmado que: "en amplias zonas de la tierra la fe corre el peligro de apagarse como una llama que ya no encuentra alimento. Estamos ante una profunda crisis de fe, una pérdida del sentido religioso que es el mayor desafío para la Iglesia de hoy" (9). Meses después de este pronunciamiento, en su homilía de apertura del Año de la fe, Su Santidad complementaba esas afirmaciones: "En estos decenios ha aumentado la desertificación espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío…" Sin embargo de ello, no deja de señalar Su Santidad que este, aun bajo estos inquietantes signos en contrario, es un tiempo que nos llama a la esperanza: "… precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros hombres y mujeres. Pues es en el desierto donde se vuelve a descubrir lo que es esencial para vivir (…) Y es en el desierto donde se necesitan personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza" (10)

(8)Benedicto XVI. Carta Apostólica mothu propio Ubicumque et Semper. En la constitución del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización. San Pedro, Roma, 21 de setiembre de 2010.
(9)Benedicto XVI. Discurso dirigido a los participantes de la sesión plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ciudad del Vaticano, viernes 27 de enero de 2012
(10)Benedicto XVI. Homilía de la Santa Misa para la apertura del Año de la fe. Plaza de San Pedro, jueves 11 de octubre de 2012.

Puntos complementarios para meditar:

* Esa "profunda crisis de fe" que advierte el Papa y que afecta incluso a los creyentes, se corresponde con un desplazamiento del criterio que otorga credibilidad a la fe: desde la experiencia vivencial del encuentro con la persona de Cristo, hacia un canon metodológico por el cual, sólo estamos autorizados a creer en lo que es objetiva y materialmente experimentable con los métodos de la razón científica. Nuestra civilización sólo cree en lo que es "científicamente demostrable"… Sin embargo, sólo cierta condición de la realidad, la que es materialmente tangible y se sujeta a los métodos de verificación objetiva, puede probar su existencia y realidad con el método científico. En cambio, el creer en Dios y en su Hijo Jesucristo, sin negar a la razón, va más allá del ámbito del fenómeno demostrable y matematizable que estudia las ciencias. *¿Dónde encontramos aquello capaz de probar la validez de la experiencia religiosa y de la fe? ¿Qué lugar ocupa la experiencia íntima y vital y cuál la razón en el don de la fe? "¿Dónde reside aquel criterio de credibilidad que autentifique la fe, de modo semejante a como hace el llamado criterio de validez en la autentificación de las ciencias experimentales? (…) Hay que partir de unos hechos relevantes y vitales, respetando como éstos se han dado en su origen, para que conserven verdaderamente toda su frescura (…) Los orígenes de una religión son vitales, frescos, poéticos, naturales; pero pasado el tiempo, se marchitan (…) hoy las religiones están atravesando un período de mimetismo con la ciencia, con las mentalidades, con la sensibilidad del momento…" * "Los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo hablar de Cristo, sino en cierto modo, hacérselo ver" (…) "Invitar a franquear los rostros huidizos de la cultura actual y atisbar el esplendor de la verdad… porque no vemos por carne y sangre, sino por fe. Es necesario una gracia de revelación que viene del Padre" (…) "A la contemplación del Rostro del Señor no llegaremos sólo con nuestras fuerzas, sino dejándonos guiar por la gracia. Sólo la experiencia del silencio y la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico de aquel misterio" *Benedicto XVI: "Una persona se hace cristiana, no por una decisión ética, sino por la experiencia viva del encuentro con una persona, Jesucristo, que marca e imprime un sello imborrable en la integralidad de quien lo recibe…"

Actividades:

• Reúna a su familia, sus amigos, sus vecinos.
• Lean detenidamente el texto extraído de la Porta Fidei y compartan criterios.
• Mediten en los puntos complementarios.
• Al final de la sesión, comparta con los demás todas las inquietudes que surgen a partir de este ejercicio de trabajo grupal y llegue a compromisos concretos que enriquezcan su fe.
• Concluya con un momento de peticiones y oración


Tercer encuentro

Texto principal, Porta Fidei: La Fe, Fuente de Vida en Plenitud

3. "No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (Cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (Cf. Jn 6; 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: "Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna" (Jn 6; 27). La pregunta planteada por los que le escuchaban es también hoy la misma para nosotros: "¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?" (Jn 6; 28). Sabemos la respuesta de Jesús: "La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado" (Jn 6; 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación."

Ideas claves:

• No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta:

"El deber de los cristianos es tomar parte en la vida de la Iglesia, quien los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cf. Mt 18; 16): Todos los fieles cristianos, donde quiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo del que se revistieron por el Bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la Confirmación (AG 11). (Catecismo, 2472)"

• El hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús:

"También ahora se puede observar un cortejo triste de seres humanos que se ha dejado llevar de la desesperanza, de los espejismos de la sociedad de consumo que seducen y distraen de la verdadera alegría, que empujan a la superficialidad, a la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, a la afectividad desordenada" (…) "Cristo se acerca a cada uno y le dirige las mismas palabras que al joven difunto al cual resucitó: ¡Levántate¡ ¡Acepta la invitación que te vuelve a poner de pie¡ ¡Vamos, comienza de nuevo…¡" "La redención de Cristo nos da una cosa fundamental: una exaltación, una posibilidad de elevación cuando se nos comunica, progresiva y abundantemente, ese modo humano de ser Dios" (…) Quien no recibe a Cristo y se niega a su acto redentor, "No quiere recibir la gracia porque no quiere renunciar a sí mismo, a su forma de ver las cosas; no quiere cambiar de mentalidad para recibir el don transformante de la fe" "La promesa de ver a Dios, supera toda felicidad. En la Escritura, ver es poseer. El que ve a Dios, obtiene todos los bienes que se pueden concebir" (15)

• Descubrir el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios y nutrirnos del Pan de vida:

"Con la obra del Espíritu Santo en nosotros, la palabra del Evangelio se percibe como lo que es en verdad: como la profundidad del ser infinito, hecha palabra. Pero con ello la palabra bíblica no pierde precisión ni claridad: es una palabra esclarecedora, instructiva, que descubre y juzga inexorablemente, incluso amenazadora; pero es igualmente una palabra que conforta, promete, fortalece y crea, no sin lamento de parte de los pecadores, sobre todo los cristianos, pero sin omitir nunca ni un ápice de su absoluta grandeza" "La Eucaristía ha ocupado siempre el centro de la vida de los discípulos de Cristo. Tiene el aspecto de pan y de vino, es decir, de comida y de bebida; por, lo mismo es tan familiar al hombre, y está tan estrechamente vinculada a su vida, como lo está efectivamente la comida y la bebida. La veneración a Dios que es Amor, nace del culto eucarístico de esa especie de intimidad en la que él mismo, análogamente a la comida y a la bebida, llena nuestro ser espiritual asegurándole, al igual que ellos, la vida. Tal veneración eucarística de Dios corresponde pues estrictamente a sus planes salvíficos. El mismo, el Padre, quiere que los verdaderos adoradores, lo adoren precisamente así, y Cristo es el intérprete de este querer con sus palabras a la vez que con este sacramento, en el cual nos hace posible la adoración al Padre, más conforme a su voluntad" (17)

(13)FERNÁNDEZ-CARVAJAL, Francisco. Donde duerme la ilusión. Ediciones Palabra S.A., Madrid, 2007. P. 22.
(14)RIELO PARDAL, Fernando. Op. Cit. P. 54.
(15)San Gregorio de Nisa, beat. 6.
(16)VON BALTHASAR, Hans Urs. Gloria. Una estética teológica. Volumen V, P 92. Ediciones Encuentro, Madrid, 1988.

• "Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna" (Jn 6; 27):

"Esta revelación del homo mysticus realizada por Cristo, siendo la más trascendente y sublime que sobre el ser humano se ha dado en la historia, corrobora que: la persona humana (…) es, a imagen y semejanza del éxtasis del amor de las personas divinas entre sí, mística deidad de la divina Deidad. Esta definición mística del hombre posee un imperativo moral: si el hombre es mística deidad de la divina Deidad, tiene el deber humano de ser mística deidad para el hombre, porque todo hombre tiene el derecho divino de ser mística deidad para Dios. Este es el supremo derecho y deber fundamental del que proceden todos los demás derechos y deberes humanos" . "Señor, busco tu rostro (Sal 272) Este anhelo del salmista recibe una respuesta sorprendente en la contemplación del rostro de Cristo. En él, Dios nos ha bendecido verdaderamente y ha hecho brillar su rostro sobre nosotros. Al mismo tiempo, Dios y hombre como es, Cristo nos revela también el auténtico rostro del hombre: manifiesta plenamente al hombre al propio hombre" (…) "En el misterio de la encarnación están las bases para una antropología que es capaz de ir más allá de sus propios límites y contradicciones, moviéndose hacia Dios mismo, más aun, hacia la meta de la divinización" (19)

• Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación:

"Para Santa Teresa, no hay camino que no sea Cristo mismo. El cristocentrismo empapa toda su vida, su oración, su ascesis y las relaciones personales. La gratitud del encuentro con Cristo es el motivo de su gozo diario. No considera nunca a sus prácticas ascéticas, como un camino para llegar a Él. Es consciente de que este encuentro es gracia y sabe que sin dolor y oración, no se lo puede conseguir. Cristo habita el centro de la vida comunitaria del grupito que Teresa funda en San José. Con Cristo en el centro, sus relaciones quedan informadas como entre los apóstoles, por el amor divino, libres de mezquindades y abiertas a horizontes infinitos. La amistad con Él en la oración alimenta la amistad personal entre las monjas y posibilita la acogida de los que entran en contacto con la comunidad. Pero Cristo no es sólo el Amigo y el Esposo con quien gozar y penar en estrecha comunión mística y reservada. Como desde el centro de un palacio de puro cristal donde el alma intima con Dio,s descubre la dimensión cósmica de Cristo, el "Cristo total", la experiencia de la recapitulación de todas las cosas en Cristo. Sobre todo brota la experiencia de la unión de Cristo y la Iglesia y de Cristo y la humanidad entera. De ahí que su experiencia mística sea experiencia de comunión con toda la humanidad, y fuente de su ideal apostólico y misionero. Teresa vive su relación con Jesús consciente de que todo lo que le pertenece está incluido en su amor" (20)

(17) Juan Pablo II. Carta Apostólica Dominicae Cenae N. 7. Roma, Febrero de 1980
(18) RIELO PARDAL, Fernando. Mis meditaciones desde el modelo genético. P. 182. Fundación Fernando Rielo. Madrid, 2001.
(19) Juan Pablo II. Carta Apostólica Novo Milenio Ineunte. N. 26
(20) KAUFMANN, Cristina. El lenguaje de los místicos. Santa Teresa de Jesús. Cristianisme i Justicia . Barcelona, 2006.

Puntos complementarios para meditar:

* Cristo pide al católico de hoy, de modo imperativo, como a Lázaro, "! Sal fuera¡" Esto es: pon todo lo que posees de voluntad, de inteligencia, de deseo y libertad, para salir del peso paralizante de tus condicionamientos personales y epocales. La libertad en la que Dios nos quiere, para sí y para su gloria, es fruto inicial del esfuerzo y determinación, propias de un amor libre de tibiezas… Supone una fe madura y entusiasta; un acopio de sentido en la inteligencia; una conciencia formada en la profunda admisión de la Soberanía divina; una amorosa y ciega confianza; una esperanza abierta, orante y contemplativa; una opción verdaderamente apostólica y militante; una pasión por Cristo, impoluta y llena de rectitud.
* Dios no puede obrar en el seno de una fe mediocre, de una determinación ambigua, de un corazón que al mismo tiempo está en Dios y está en la mundanidad. Aunque la Misericordia divina entiende y acoge nuestra debilidad, su Pureza absoluta, exige lo más puro de nosotros. Su Belleza excelsa reclama lo más bello de nosotros. Su Bondad infinita, anhela nuestra más perfecta caridad. Su altísima Verdad, requiere en nosotros la constante y creciente apertura a la supremacía de lo verdadero.
* En consecuencia, el sólo reconocerse bautizados y por tanto sujetos al llamado de Dios, es ya una exigencia de santidad y purificación, que ha de ser aceptada y cultivada como sustento y base del desarrollo de la vocación al cultivo y entrega que nos pide la fe cristiana. Si sentimos el llamado de Dios y el deseo puesto por Él en nosotros, de ser ungidos con su misión, nuestro espíritu debe renunciar, con una radical disponibilidad para la libertad, a todo aquello que nos aleja de ese llamado. Al mismo tiempo, debemos buscar el dotarnos de todo aquello que puede ayudarnos a "afinar nuestro sentido de escucha" y recepción de lo que Dios mismo nos da a esperar y obtener, para su mayor honra y gloria.

 

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