Mucho hay que decir respecto a los últimos acontecimientos ocurridos en el seno de la Santa Sede, desde la renuncia de Benedicto XVI, hasta la elección de Francisco I, y las expectativas que él ha generado.
Lo primero es el grato sabor de que la Iglesia sigue siendo una institución modelo en cuanto a su estabilidad, que perdura en el tiempo, a pesar de la imperfección que conlleva el que está parcialmente conformada por hombres. Y eso, sin duda ocurre como consecuencia justamente de su componente sobrenatural: no podemos olvidar, menos aún quienes somos creyentes, que el fundador, y eterna cabeza de la Iglesia es Jesucristo, hijo de Dios que se encarnó en la Virgen María por obra del Espíritu Santo, y que llevó su palabra, que se resume en "Ama a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo" (Mt 22, 37-39), al ejemplo extremo de "entregar su vida" por amor a los hombres, su prójimo. Jesucristo, en la cruz, ya expió todos los males (reales, pues muchos son exageraciones e inventos de quienes no cesan de buscar maneras de atacar a la Iglesia y a sus fieles) en los que, penosamente, han incurrido miembros de la jerarquía de la Iglesia. Y El mismo es el que, en última instancia imprime a la Iglesia el Espíritu que la conducirá hacia la superación de los problemas terrenales que, hoy por hoy, lucen como escollos muy difíciles de vencer. La elección del papa Francisco es ya un paso muy importante, que conlleva importantísimas implicaciones, en muy diversos órdenes.
Dada la coyuntura, más allá de comentar respecto a las características personales del papa Francisco, que de por si emanan poderosas señales que permiten prever la orientación de la Iglesia en el futuro, cabe destacar ciertos aspectos que deben ser tenidos en cuenta, ojalá no solamente por parte de quienes profesamos la FE, sino también por parte de quienes, desde el exterior interactúan con la Iglesia en muy diversas formas, y sobre todo de aquellos que la ven como una organización de índole humana, y que desde esa perspectiva no cesan de encontrarle infinidad de imperfecciones, y que, en consecuencia, no logran ocultar sus anhelos de ver como esta "se hunde" en forma similar como ha ocurrido con sinnúmero de instituciones de diversa índole a lo largo de la historia. Ejemplos que ilustran esta perspectiva serían: el comunismo que se derrumbó a fines del siglo pasado; el nazismo que para ser derrotado requirió de una guerra mundial; diversos imperios que cuando vivían su apogeo, parecía que iban a perdurar eternamente: los romanos, los aztecas, la misma Europa o inclusive Occidente (encabezado por Europa y USA, y del que forma parte América Latina) que hoy por hoy enfrenta un franco proceso de decadencia, en torno a la crisis de valores, y cuya evolución futura es de pronóstico reservado. En fin, abundan los ejemplos que ilustran que las instituciones "humana", tarde o temprano, decaen, y llegan a desaparecer. Desde esta perspectiva, quienes se empeñan en otorgar a la iglesia una simple categoría "humana", inevitablemente tendrán que reconocer que el haber sobrevivido por dos mil años, de por si marca una diferencia con cualquier institución / organización, por lo menos en la historia conocida.
Los aspectos a los que se hace referencia al inicio del párrafo anterior, que son los que marcan enorme diferencia con cualquier institución deíndole humana, que son los que explican y a la vez garantizan la supervivencia de la Iglesia a lo largo del tiempo, son: 1 La Iglesia fue instituida por Jesucristo, hijo de Dios (Creador del Universo), hecho hombre; 2 La conducción de la Iglesia está supeditada al Evangelio de Jesucristo. Esta es la norma según la cual debemos ser evaluados los fieles, incluidos los papas, sobre todo los papas. 3 Lo anterior significa que la Iglesia en si misma tiene los mecanismos de depuración en caso de que ocurran desviaciones de cualquier índole: no hay ningún error que cometan los miembros de la Iglesia, cuyo remedio no lo contemple la norma por excelencia, que es el Evangelio. 4 Cuánto cambiarían las cosas si quienes decimos que somos creyentes, en lugar de pasarnos al bando de los "mordaces críticos, juzgadores" practicáramos lo que Cristo, nuestro Fundador, nos enseñó: "contribuir con mi propia vida a purgar, depurar, expiar los pecados de aquellos miembros de la Iglesia que con su proceder causan tanto daño a la humanidad, incluida la propia Iglesia.
En el contexto descrito, hagamos votos, y elevemos nuestras oraciones para que la elección de Francisco I sea preámbulo de un reordenamiento de cosas principalmente entre quienes somos Iglesia, para que cerremos filas en torno al Evangelio de Cristo, y desde allí contribuyamos a hacer realidad ese sueño de tiempos… no mejores, ni mucho mejores… sin inimaginablemente mejores para nuestra América Latina. Este es el ámbito de acción en el cual enfoca todos sus empeños. Proponemos a nuestros visitantes, en este respecto, la revisión de las presentaciones símbolo al final de cada sección de nuestro sitio: y muy en particular "Latinoamérica, identidad y sentido" en el link http://www.creser.net/latinoamerica.html