¿DIOCIDENCIAS?.
                      Se trata de un  episodio narrado del libro “No hay silencio que no termine”, de Ingrid  Betancourt,  en el que ella narra la  impactante historia de su vivencia de varios años en que permaneció secuestrada  por las FARC, el grupo guerrillero que por tanto tiempo a aterrorizado a  Colombia. Cabe mencionar que este episodio refuerza un hecho que, sin que sea  una presencia permanente en el texto de la obra, lo es en mayor o menor grado  en la atmósfera que se vive a lo largo de su lectura, y es la presencia de  Dios, que la autora lo percibe y manifiesta de diversas maneras.
                      El hecho es que  en alguna parte de la obra, estando ya por lo menos en la mitad del período de  su cautiverio, la autora narra cómo su madre, que se daba modos de hacerle  llegar mensajes vía estaciones de radio que mantenían programas enfocados en  dar este servicio a las familias de tanta gente secuestrada en Colombia, le  hace llegar una carta en la que le notifica a Ingrid su decisión de “dejar de  rezarle a la Virgen”, si hasta el “siguiente Sábado” (de que escribió y envió  la carta), no recibía alguna noticia que le confirme que Ingrid seguía viva.  Hay que anotar que el envío de la carta, hecho excepcional considerando que  Ingrid estaba secuestrada y que los secuestradores por obvias razones evitan  cualquier tipo de contacto con las familias de los secuestrados si este les  significa algún riesgo, ocurre por mediación de un Obispo Castro, quien toma  contacto con la madre de Ingrid y le hace saber de la posibilidad de hacerle  llegar una carta a su hija. Bien, la madre escribe la carta en la que incluye  la aseveración arriba anotada. El hecho es que al poco tiempo de recibir la  carta (días u horas), vía honda radial Ingrid se entera que su madre recibe una prueba de vida que Ingrid había filmado  algún tiempo atrás (semanas o meses) precisamente ¡el mismo Sábado! en que  “expiraba el plazo” que ella le había dado a la Virgen. Pero la cosa no queda  ahí.  En la “prueba de vida”, Ingrid,  entre otras cosas, le proponía a su madre, que a partir de ¡el mismo Sábado!, a  las doce del día, se unan juntas para rezar  el rosario, de ahí en adelante todos los Sábados. Para quienes no están  familiarizados con el lenguaje católico, el rosario es la oración por  excelencia a la Virgen María. Hay que completar esta breve crónica, destacando  que Ingrid empieza la narración de este episodio cuando en algún momento que  iba a ocurrir uno del sinnúmero de cambios de campamento que se dieron a lo  largo de su zaga, algunos de los cuales se daban de manera tan intempestiva  (cuando ocurrían porque el ejército colombiano se les aproximaba  “peligrosamente”) que no tenían tiempo sin para llevarse sus “posesiones más  preciadas”, Ingrid narra que para ella la primera, la más importante era esta carta, pues en ella estaba la  prueba de que “Dios estaba con ella”, y por ende su lectura solía ser la tabla  de salvación que le rescataba en los momentos en que sentía la tentación de sentirse derrotada.