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GRATA  EXPERIENCIA DE VIDA


Hace unas semanas recibí una llamada de Octavio que me decía que porque no “aprovechábamos” que ya que el día 16 de Julio (Día de la Virgen del Carmen) era feriado y caía sábado, en vez de viajar, como tradicionalmente lo venimos haciendo desde hace algunos años a Maipú, a celebrar la Eucaristía junto a otros muchos madrugadores, no nos pegábamos una “arrancadita” a visitar a la comunidad de Puerto Montt, ya que hacía tiempo que no hacíamos alguna de estas locuras tan propias nuestras. La idea era partir el viernes 15 en la noche, madrugar el sábado, sacrificarnos y pasar el día con los puertomontinos y volver el sábado en la noche para amanecer el domingo en Rancagua.
Después de unas cuantas y típicas “subidas” y “bajadas” de algunos interesados, finalmente y con la debida antelación (jueves en la noche) armamos el grupo que viajaría. Nos encabezaba nuestro “abad” y fundador Octavio Galarce, Miguel Pinto (madrugador con unos 3 o 4 años de práctica), Héctor Zamorano, Ramiro Bravo y yo (Pancho Daniels) estos últimos 3 con 23 añitos de experiencia, participes desde la segunda madrugada, todos “piérdete una” de los viajes.
Luego a conseguir el auto adecuado, armar el picnic para el viaje, preparar algunos CDs de música, cojines, chales (especialmente para uno más “frágil”), algunos útiles personales… y a Puerto Montt los boletos.
LJ (ele jota), los “juimos” como a las 19:00 hrs. del viernes 15. Atrás dejamos a las señoras y familia y a unos cuantos amigos y compañeros de trabajo que nos miraron como “bichos raros”. ¿Pegarse el medio pique, gastar las correspondientes “lucas”, dormir la nada misma 2 noches seguidas y todo para ir a misa y a rezar un ratito y para compartir horas de un día con otra tropa de locos parecidos a nosotros?
Sería largo de contar todas las anécdotas y tallas de viajes anteriores que surgieron a nuestro recuerdo, sólo les puedo contar que no paramos de reírnos hasta cerca de Chillan. Ahí aprovechamos de hacer lo propio que cada uno necesitaba y cambiamos la tripulación de piloto y copiloto. Este último con la misión inclaudicable de preparar las “monedas” para pagar bencina y peajes y de encargarse de la música, temperatura ambiental y de satisfacer cuanta ocurrencia tenga el chofer de turno.
El clima no nos acompañó mucho, tuvimos lluvia con agua nieve en gran parte del camino. Lo que si nos acompañó fue la tecnología porque no sólo llevábamos los respectivos celulares, sino que Ramiro se encargó de llevar 2, si ¡2! GPS a falta de uno, la verdad (excepto a Ramiro) no nos sirvieron de mucho, pero nos entretuvieron su poco.
La siguiente parada fue en Lautaro, en un Pronto y otra vez al baño y a cambiar tripulación. Llegamos a Puerto Montt como a las 05:30 hrs. Esta también es una característica nuestra, ya que sabiamente guiados por nuestro abad no es poco frecuente que los cálculos de los tiempos de los viajes anden “por las tapas” y no son pocas las veces, como ahora, que hemos tenido que hacer tiempo a esa hora de la madrugada en las afueras de algún santuario, esperando que llegue algún alma caritativa y nos abra. Menos mal que el auto era “súper cómodo” para dormitar un rato y los “x” grados bajo 0 que hacían afuera no se sentían mucho.
La comunidad de Puerto Montt se hizo presente a las 07:00 hrs. en punto. Llegaron un poco mas de 25. Fue una gran alegría y un tremendo agrado reencontrarnos con algunos hermanos a quienes no veíamos desde Picarquín 2009. Ahí empezó el canturreo y las oraciones. Como el coro es, como se dice ahora, “reguleque” no más, podrán imaginar que no fueron pocas las veces en que vivimos momentos de cielo. Luego para coronar la madrugada el P. Eugenio Céspedes se encargó de celebrar una Eucaristía a la altura, con una homilía, que creo, no dejó indiferente a nadie. Finalizamos la madrugada alrededor de la 08:30 hrs. Hacía mucho frío, pero no se sentía con el calor humano que flotaba en el ambiente.
Luego pasamos a la etapa 2 y compartimos un rico desayuno con un pan francés de “miedo”. Ahí entre reencuentros y saludos se nos pasó la hora y los “locales” fueron partiendo de a poco. “Recorcholis” no nos tomamos la tradicional “foto oficial”.
Quedamos libres un rato y nos fuimos a lo que ya casi consideramos nuestro hogar, un Pronto, donde aprovechamos de pegarnos una pasadita por agua caliente y de cambiarnos ropa. Luego nos fuimos a Angelmó, algunos se sirvieron una cosita poca, mientras que otros aprovechamos de comprar pescados y mariscos típicos de la zona, “encarguitos” de las patronas. (Sabia y recomendable receta a considerar para conseguir permiso para viajes futuros). Dimos una vuelta por la ciudad y por Pelluco, ya que Miguel no conocía esas latitudes. Teníamos que hacer hora ya que la invitación a almorzar era a las 13:00 hrs.
Instalados ya en la casa de Richard Carrasco empezaron a llegar los anfitriones, con una cantidad y variedad de productos del mar y de afuera del agua que, para no ser “descorteces” nos vimos obligados a consumir, era el aperitivo: erizos, locos, trucha ahumada, choritos al vapor, ostras japonesas, huepos, cebiche de salmón, chupe de jaibas y unas empanaditas fritas de marisco fuera de serie. Pero no todo era marino, también había maní y papitas fritas (no entiendo mucho por que finalmente sobraron). Todas estas exquisiteces nos dieron sed, de modo que nos vimos obligados a acompañarlo todo con un rico pisco sour, un buen vinito blanco y del otro, jugos y bebidas. Aunque nosotros no le “pusimos” más que un vasito, ya que sabíamos que unas horas mas tarde tendríamos que volver a manejar. De los “locales” mejor no hablo, pero parece que el clima frío de la zona da algo de sed.
Al parecer nos vieron con cara de hambre, porque en medio de todas las exquisiteces que describimos en el párrafo anterior, empezaron a preparar un pulmay (curanto en olla, en este caso en un fondo gigante) con almejas, choritos, cholgas, costillar de cerdo ahumado, pollo, longaniza y los infaltables milkao y chapalele. Hasta aquí nos acompañaba en los preparativos la Sra. Lidia, un personaje de la zona que resultó ser toda una revelación y nos aportó con sus peleas con Álvaro, un sinnúmero de motivos para reírnos hasta las lágrimas. Tallas iban y venían.
Como la espera del cocimiento tenía su tiempo, los “niños cantores de Puerto Montt” nos deleitaron la espera con una seguidilla de canciones tanto religiosas como del repertorio popular.
Finalmente llegó el curanto y no me quiero referir a él, ya que aunque no nos cabía mucho más, lo menos que hicimos fue chupar hasta los huesitos. Del caldo que lo acompañaba ni que hablar, pero decir que estaba para resucitar muertos sería poco, si hasta Héctor (fiel representante de los “frágiles” de nuestra comunidad) rejuveneció como 10 años con él.
Luego de un rico postre en base a murtilla, asomaron nuevamente las guitarras y estuvimos otra vez canturreando y afloraron también los sentimientos más profundos y nostálgicos y se escuchó repetidamente “que rico tenerlos aquí” o bien “que rico que hayan venido”. Otras frases y palabras no se entendían mucho ya que tenían un alto contenido de consonantes.
Ya que no todo iba a ser comer y cantar, finalmente en un hermoso gesto, como era el día de la Virgen del Carmen, Juan Carlos Hernández y Sigfredo Fernández, madrugadores que habían estado al mediodía en Misa en el convento de las Carmelitas, nos trajeron e impusieron unos escapularios especialmente bendecidos para la ocasión.
Finalmente llegó la hora de partir de vuelta, luego de las emotivas palabras y abrazos, emprendimos nuestro regreso como a las 20:00 hrs. y otra vez a turnarnos en el manejo y la copilotada. Llegamos a Rancagua a las 06:30 hrs. del domingo 17. Cada uno para su casa y como el tiempo corre inexorablemente, ya estamos recordando el viaje.
Durante nuestro retorno, comentamos cómo una actividad como ésta, mirada con los ojos humanos de la lógica e incluso de personas que tienen una intensa vida espiritual, no se comprende. No se logra entender que 5 “locos” viajen al menos 2.000 kms. durante 2 noches seguidas sin dormir para ir a misa y a rezar en una capillita minúscula, a encontrarse con otra “manga de desadaptados” que hacen lo mismo. No se entiende que unos cuantos adultos dejen a sus familias durante todo un sábado feriado para cocinar, compartir y cantar junto a las visitas. Que se junten sólo hombres a pasarlo bien juntos sanamente, rezando, cantando, riendo, compartiendo la comida, sentimientos y la conversación, simplemente y sin duda cosa de locos en el mundo de hoy.
¿Qué nos mueve? La respuesta es simple, sólo el amor a Dios y a la Mater y de manera muy especial a los hermanos que, aunque viviendo lejos unos de otros, estamos vinculados por ideales y vivencias comunes que nos llevan a expresar “que rico es tenerlos aquí”.

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